Avatar es el proyecto, no exentos de tintes megalomaníacos, de toda una vida. El objetivo de Cameron es la inmersión total en un mundo entero recreado digitalmente y unos personajes CGI que sean capaces de transmitir emociones tal y como lo harían los actores reales. En este punto la película triunfa por completo, pero los riesgos de Cameron se acaban en el plano técnico y apuesta por lo seguro en lo narrativo. Avatar no deja de ser una revisitación de la historia de Pocahontas, vista también en otros títulos como “Bailando con lobos” o “El último Samurai”. La previsibilidad de la historia y lo maniqueo de los personajes reducen las posibilidades de disfute a un nivel meramente sensorial, lo que no es poco.
Más de la mitad de la película es 100% animación, y a este nivel Avatar funciona a la perfección. Sin embargo, no termina de ser convincente la interacción de humanos con los indígenas digitales, ya que mejores logros en este aspecto hemos visto en las sagas de “El Señor de los Anillos” y “Star Wars”. De igual forma, chocan las transiciones del mundo “real” al digital.Desde cualquier perspectiva, Avatar no deja de ser una espectacular experiencia cinematográfica que necesita de una pantalla grande y 3D para ser disfrutada en todo su esplendor. Como película a secas , Avatar dista mucho de ser la obra maestra que pretende ser. Como película de animación, no cabe duda, marca un hito.
Lo mejor: La apabullante recreación visual con efectos 3D nunca vistos hasta ahora.
Lo peor: La historia y los personajes no están a la altura del despliegue técnico.
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